No es secreto para nadie que el fútbol es un
negocio que deja muchísimo dinero a una muy buena cantidad de partes. Esto
siempre ha sido así, quizás las cantidades que hoy se mueven son gigantescas en
comparación al pasado pero siempre se ha tratado de un “negocio rentable”.
Inversionistas privados, dueños de clubes,
representantes de jugadores y, por supuesto, los jugadores mismos eran los
principales participantes en éste negocio. Pero bajo el mandato en la FIFA de Joseph Blatter parece ser que la misma
institución y las diferentes Confederaciones y selecciones empiezan a tomar partes de este enorme
pastel.
En estos momentos se está jugando la Copa
Confederaciones, aparentemente contra todo deseo de los habitantes brasileños que se han manifestado constante y
rotundamente contra el gasto que está generando para el país éste torneo.
La idea original
sonaba bastante inocente e inclusive con objetivos muy puros. Pues se busca tener un “ensayo” en
el país anfitrión de la Copa del Mundo para analizar capacidades de estadio,
medidas de seguridad, medios de transporte y otros aspectos que pueden
garantizar el éxito o fracaso del evento más grande en éste deporte.
Pero viendo cómo se ha manejado el torneo y las
selecciones que en él participan, empieza a empañarse esa idea purista y
preventiva original. Con incidentes como la selección de Nigeria no queriendo viajar a Brasil hasta que la confederación
africana les garantizara sus primas por participar y por avanzar en el torneo
las dudas sólo se incrementan.
Una de las mayores razones de queja de los
residentes brasileños es el incremento
en precio de la mayoría de los servicios en el país. Desde el hospedaje
hasta el transporte tanto privado como público.
Es entendible que Brasil quiera recuperar la
inversión que ser anfitrión de un mundial supone, pero ¿Qué culpa tienen los habitantes brasileños de todo esto? ¿Por qué
tienen que ser castigados y tener que pagar más para llevar a cabo actividades
que ni siquiera tienen nada que ver con éste torneo?
Es muy decepcionante ver como siempre los que
terminan pagando el precio más alto son los más inocentes, los que menos tienen
y a los que más les pesa.
Una actividad que
debería ser una fiesta nacional, llenar de alegría a chicos y grandes por tener la posibilidad de ver a
grandes selecciones disputar buenos partidos de fútbol, así como tener la
oportunidad de apoyar los colores que se llevan en el corazón se transforma en una transacción que le
quita más al que menos tiene para repartirlo entre los que les sobra.
¿Por qué no puede regresarse a la base de todo?
Al fin y al cabo esto sigo siendo un
juego, un pasatiempo, una actividad para entretener a la gente. Es cierto,
genera muchísimas pasiones y mueve cantidades de personas impresionantes, pero
¿Acaso es imposible dejar de explotar a la gente y sacar el mayor dinero
posible en todo momento? ¿No debería la
FIFA buscar regular y controlar este tipo de situaciones en lugar de formar
parte de ello y llevarse su “comisión”?
Por desgracia ésta es la verdadera Utopía, el
pensar que los organismos que están para defender los derechos realmente se
preocupan por ellos. Cuando todos sabemos
que la FIFA está en venta al mejor postor creo que pasarán muchos años
antes de ver un cambio en favor del aficionado y, aún peor, del deporte mismo.
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