Hace poco
hablé acerca de la lealtad o la fidelidad que tienen los jugadores por sus
equipos, o la falta de, llamándolos mercenarios en su mayoría. No he cambiado
de parecer en ese punto, sigo creyendo que la mayoría sólo piensa en los ceros
en su cuenta y poco en “los sentimientos” que le puede dar uno u otro conjunto.
Pero el día
de hoy escuché unas declaraciones del jugador del Barcelona Alexis Sánchez, que
me parecieron muy interesantes que brindan un espacio para hablar un poco de un
tema que quizás no mencioné anteriormente.
Y es que no
sólo se trata de ser mercenario o serle fiel a los colores, a un equipo, a una
pasión; también hay otros factores importantes a considerar, y que van de la
mano, en este punto. La humildad y modestia de los jugadores puede ser un valor
humano fundamental para alcanzar grandes cosas, exigirse más y no caer en
baches emocionales.
Alexis
Sánchez llegó la temporada pasada al F.C. Barcelona por una enorme cantidad de
dinero (26 millones de Euros si mal no recuerdo) y llegaba con el cartel de
haber ganado el trofeo al mejor jugador del Calcio. Cualquiera pensaría que el
joven chileno perdería un poco el norte y sus valores, más después de dar una
buena temporada el año pasado a pesar de que las lesiones no le respetaron.
Pero este comienzo titubeante de campaña ha sacado lo mejor de su lado humano.
En la reciente entrevista declaró “Sé que tengo mucho más que ofrecer…” “… Mi
calificación en lo que va de temporada es un 5, no he dado mi mejor fútbol
todavía”. Mostrando gran autocrítica pero sobretodo humildad.
¿Y qué
valor tiene esa humildad? ¿En qué puede beneficiar a un futbolista? En los
tiempos que corren muchos olvidamos que esto es un juego de conjunto, donde
juegan 11 contra 11 y no sólo X estrella contra Y crack. El hecho de ser
humilde y, principalmente, comprometido con el equipo ayuda muchísimo a crear
sinergia en el grupo, a que mejoren las relaciones con los compañeros y se
fortalezca el equipo. Podrá parecer utópico pero el Barcelona de este siglo no dejará
mentir. Un equipo formado por cracks, si es cierto, pero esos cracks se conocen
desde muy pequeños, antes del ser INIESTA o MESSI eran “Andrecito” y “Lio”, ya
habían jugado juntos en categorías inferiores, ya tienen cierto valor de
conjunto y cercanía que hace que las cosas parezcan muy fácil en el terreno de
juego, que los pases salgan de memoria y las coberturas sin pensarlas.
Otro
ejemplo claro es el Chelsea del año pasado, después de haber gastado cantidades
estratosféricas en armar un grupo competitivo no ganaron la preciada Champions
League hasta que todos se pusieron el overol y decidieron jugar como conjunto y
no como individuos o estrellas. Quizás con la peor alineación que han mostrado
en los últimos años, la menor cantidad de cracks mundiales pero todos ellos con
un objetivo común, comprometidos por lograrlos y apoyándose unos a otros.
Es cierto
que las estrellas ganan campeonatos y títulos pero no marcan una época.
Asombroso aquel Milán de Capello que se mantuvo invicto durante 58 jornadas, o
el Madrid de “blanco y negro” que logró ocho ligas en diez años. Eso eran conjuntos, verdaderos equipos que le
daban todo el valor a la palabra y no individualidades que logran algo por
fuerza o mera gravedad.
Insisto, yo
soy muy romántico con este deporte, sigo esperando que los jugadores muestren
la misma pasión que muestra uno los domingos al verlos, la misma fantasía de
formar parte de algo más grande que uno mismo, ser parte de un equipo que hace
que uno sea más. Quizás estos futbolistas estén en peligro de extinción, pero
cada vez que alguien declara cosas así o muestra estos ideales, vuelve a nacer
en mí la esperanza de que este deporte aún tiene algo del romanticismo del que
todos nos enamoramos alguna vez.
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